domingo, 7 de marzo de 2010

La visita de Machado a Cienfuegos

Liberales y conservadores aparentaban ser un solo cuerpo político, y no los enconados antagonistas de antaño. En la Cuba de finales de 1927 aquella alianza de intereses conocida como cooperativismo aupaba las intenciones de Gerardo Machado de estirar su período en la presidencia de la República hasta 1935, por lo menos.
En ese contexto ocurrió entre bombos y platillos, el domingo 18 de diciembre, la visita a Cienfuegos del mandatario, a quien sus adversarios llamaban con sorna el Mocho de Camajuaní.
Con un programa resumido en la consigna “Agua, caminos y escuelas" y el lema “a pie” que intentaba denotar la base popular de su candidatura al frente del Partido Liberal, el general de insulso expediente militar en la Guerra del 95, derrotó en las elecciones presidenciales de noviembre de 1924 a su colega de galones Mario García Menocal, el conocido Mayoral de Chaparra, que fue a las urnas en representación del Partido Conservador en busca de su tercer período en Palacio.
Llevaba Machado año y medio en el poder y ya cargaba unos cuantos asesinatos políticos sobre su conciencia, entre ellos el líder de la Hermandad Ferroviaria en Cienfuegos, Baldomero Duménigo, pero al hombre fuerte de la Isla lo alentaba sobremanera el capricho de los caudillos. La soberbia y vanidad que le asistían necesitaban del elogio aunque fuera mentira.
Cuenta el historiador Julio Le Riverand que el mismo día de su llegada a la mansión ejecutiva, el 20 de mayo de 1925, su exegeta Jesús María Barraqué (designado Secretario de Justicia del propio gobierno) publicó en el diario habanero El Mundo que tanto Máximo Gómez como Tomás Estrada Palma le habían pronosticado que Gerardo Machado y Morales sería presidente de Cuba.
La estadía de dos jornadas en la Perla del Sur formó parte de una campaña a favor de la prórroga de poderes y la reforma constitucional que le sirviera de apoyatura legal a sus propósitos. A fines de la semana anterior la caravana presidencial recorrió la próspera ciudad camagüeyana de Morón y luego Santa Clara.
A las cinco de la mañana de aquel domingo partió de la Estación Central de La Habana el convoy formado por la locomotora 402, dos vagones de primera clase y los coches-salones Zaza, Trinidad, Nuevitas, Habana, Tínima, Ciego de Ávila y Yosemite.
En este último con nombre de paisaje gringo viajaba el presidente, a quien acompañaba en la gira una comitiva formada por el vicepresidente Carlos La Rosa, secretarios de estado (ministros), senadores, representantes, gobernadores provinciales, jefes militares y periodistas, en número cercano al centenar.
Con marcado interés de desinformar, los organizadores del recibimiento señalaron indistintamente a la Calzada de Dolores y la estación ferroviaria de la calle Gloria como puntos de desembarque. Sin embargo Machado puso pie en tierra en Castillo y Santa Isabel y por esta calle salvó en la máquina oficial de la Alcaldía las cuatro cuadras que lo separaban del Ayuntamiento.
Frente a la casa municipal de gobierno los anfitriones situaron un arco de triunfo, desde cuya plataforma de madera de tea levantada a 90 centímetros de altura, el homenajeado presenció a continuación un desfile cercano a las dos horas y media de duración.
El periódico La Correspondencia dedicó casi una página entera a detallar la revista organizada por el alcalde conservador de Cienfuegos, Pedro Antonio Aragonés, en honor del presidente liberal de la nación.
La parada que enfiló por la calle San Fernando, de Prado hacia el parque Martí, incluyó 22 cuadros, el último integrado por los cinco mil jinetes de las caballerías llegadas desde todos los pueblos vecinos. El arco estaba rematado por la inscripción: “Al mejor presidente de Cuba”.
Para alojamiento del presidente sus anfitriones eligieron el Cienfuegos Yatch Club, donde el lunes 19 el Grupo de Lobos de Mar le ofreció un almuerzo y las 11 de la noche del propio día hubo un baile de etiqueta para despedirlo.
Otros momentos del programa fueron la sesión vespertina-dominical del Rotary Club, en la cual las clases vivas cienfuegueras aprovecharon para extenderle un pliego de demandas, entre ellas obras de saneamiento, mejoras de las calles y el acueducto, planta de clorificación, construcción de la carretera a La Sierra y reparación de la vía a Manicaragua, a partir del puente de Lagunillas. También el dragado del puerto y su declaración como zona libre, así como tres centros educacionales: Escuela Normal de Maestros, Escuela Central (primaria) y una Técnica Industrial.
Para dorarle la píldora los rotarios lo agasajaron con un champagne de honor en el Roof Garden del flamante hotel San Carlos.
LA SEGUNDA JORNADA, LUNES 19
“La Cuban Telephone Company cede galantemente un micrófono que se instalará en el Terry para el mitin del 19. Los discursos pronunciados allí serán pues oídos por todas las estaciones radiográficas de la Isla”.
El suelto anterior apareció en la edición de La Correspondencia del sábado 17 de diciembre de 1927, víspera de la llegada del presidente Gerardo Machado a Cienfuegos. La reunión política de marras en el coliseo de San Carlos y San Luis conjugaba la esencia del viaje de dos días del huésped de Palacio a la ciudad. Por entonces la radio era el último grito de la moda en términos de comunicación social y la compani gringa aprovechaba aquel filón, mediático diríamos hoy.
Pro reforma constitucional, tal fue la divisa de la asamblea vespertina efectuada bajo la sombra de los frescos de Camilo Salaya que cobijan el lunetario del teatro símbolo de la Perla del Sur. Por la tribuna desfilaron liberales, conservadores y populares o si lo prefiere machadistas, menocalistas y zayistas, en perfecta concordia. A juzgar por sus discursos pareciera que la Isla era el edén político de la Tierra.
Antes, a las ocho de la mañana del propio lunes, el Ayuntamiento aprovechó la ocasión para realizar un acto solemne en el cual Machado recibió el título de Muy Ilustre Hijo Adoptivo de Cienfuegos. El mismo pergamino, solo que sin el Muy, le fue conferido a Antonio González Mora, director del diario habanero El Mundo.
Del discurso del principal homenajeado en la Casa del Pueblo sería bueno rescatar algunos párrafos ante los cuales los comentarios huelgan.
“Todo lo que ha pedido Cienfuegos lo concederé porque ya estaba en mi mente.
La patria está por encima de todo y no murió Martí, Maceo y tantos mártires de la libertad para que después vinieran los presidentes de la República a ser unos menguados y a medrar con ella.
El Congreso aprobó una ley concediéndome dos años más en el poder. El mismo Congreso puede votar otra si lo cree conveniente a los intereses de la nación para que renuncie a esos dos años. Si en cambio les convienen dos años más para que el presidente continúe haciendo una política nacionalista, estoy dispuesto a ir con los partidos políticos, con el país todo; pero si por el contrario no ocurre así, entonces el presidente de la República, una vez concluido su período de cuatro años volverá a su casa con la satisfacción del deber cumplido”.
Palabras que no tienen desperdicio. Caudillismo y demagogia al por mayor y dándose la mano Por si hiciera falta un dato para reforzar la idea triunfante del cooperativismo en ciernes, dijo que en el tren presidencial vino a Cienfuegos todo el espectro político de la nación.
Y agregó que: No sólo tenía el reconocimiento de las repúblicas latinoamericanas, sino que comenzaba a llegar de Europa: Mussolini, el rey de España –Alfonso XII-, el dictador hispano Primo de Rivera. En fin, dime quien te alaba y te diré quien eres. El discurso fue premiado con una ovación y gritos de ¡Viva el presidente modelo!
Intensa resultó la jornada del lunes para el mandatario proselitista. Se levantó temprano como buen guajiro, pero en el confort del Yatch Club. El potentado cienfueguero Laureano Falla Gutiérrez le llevó a conocer las instalaciones del sanatorio de la Colonia Española a las siete y media, y 30 minutos más tarde ya estaba listo para recibir el agasajo en el Ayuntamiento. Tuvo tiempo además para inaugurar el arco de triunfo en su honor que se estaba levantando en la avenida Pedro Antonio Aragonés –Malecón-. Obra para la cual el político perlasureño doctor Santiago Rey desembolsó la generosa suma de cuatro mil pesos.
Con el título honorario fresquecito en sus manos, más bien en las de algún edecán, visitó el cuartel de bomberos, al doblar, en la calle de San Luis. A las 11 y media estrenó las obras de dragado del puerto. A bordo de la draga barrenadora oprimió un botón eléctrico que provocó la explosión de las primeras barrenas en el lecho marino.
Al atardecer el alcalde Aragonés y la primera dama municipal, María Martínez de la Maza, le obsequiaron con una recepción en su palacete. A las ocho de la noche acudió al convite de la Sociedad Minerva, que agrupaba a cienfuegueros negros y mulatos.
Para cumplir su programa de unas 36 horas en la ciudad sólo restaba retornar al Yatch y hacer las maletas. Es un decir. Y participar del baile de gala, regalo de la higth society cienfueguera. Con los últimos acordes de la orquesta se fue directo a la cama del coche Yosemite. A las nueve y 20 de la mañana del martes ya estaba en Palacio.
Seguramente orgulloso de la última batalla librada a favor del cooperativismo.