Un frondoso mamoncillo en la quinta San Rafael, donde hoy se levanta el Reparto Eléctrico, hizo las veces de hangar forestal del monoplano francés Morane Saulnier, uno de los últimos gritos de la bisoña tecnología aeronáutica. A la sombra de aquel mismo árbol frutal el quinceañero Jaime González había probado suerte con su rudimentario “chivo” alado.
Ahora, recién cumplidos los 22 años y con un brevet de la Federación Aeronáutica Internacional en el bolsillo, el hijo de un conductor de ómnibus de la línea Rodas-Cienfuegos iba a probar ante sus paisanos la valía de los conocimientos adquiridos en la academia Bleriot, de Châteaufort. El Hipódromo, diamante beisbolero de moda, estaba a reventar aquella tarde del 24 de febrero de 1914.
El primer vuelo pilotado por un cienfueguero en el cielo de la antigua Fernandina despegó a las seis y veintitrés y duró cinco minutos. Jaime sobrevoló la bahía y terrenos al este de la ciudad. La poca luz del atardecer y el entusiasmo del público apiñado sobre la pista provocaron un percance en el aterrizaje. El ala izquierda del Morane impactó con un poste del tendido de la Cuban Telephone Co, trazado a lo largo de la calle Cuartel.
Jaime fue sacado en hombros como si fuera en torero con faena de tres rabos y cuatro orejas, y el Hipódromo Las Ventas de Madrid. Pero el accidente impidió el vuelo a La Habana anunciado para la mañana siguiente. La fabricación por un taller cienfueguero de un par de nuevas alas para el pájaro galo demoraría entre seis y ocho días, informaba la prensa local.
El domingo 8 de marzo volvió a ser noticia el joven de la calle Colón. Temprano en la mañana realizó un vuelo de ensayo que alcanzó hasta el Castillo de Jagua y por la tarde de nuevo hubo mitin en la instalación deportiva de Marsillán. Primero dio una vuelta en redonda a la ciudad elevándose hasta los 800 metros y en el segundo se llegó hasta Punta Gorda y Cayo Carenas, con registro de mil metros en el altímetro. A las primeras horas del día siguiente realizó otro vuelo sin público.
A partir de entonces los horizontes comenzaron a crecer para el binomio Jaime-Morane. El 15 de marzo el ingenio Portugalete entró en la historia de la aeronáutica insular al recibirlos casi al amanecer. El trayecto de 20 kilómetros fue cubierto en nueve minutos. Hasta el central de los hermanos Escarza llegaron en tren, autos o a pie excursiones de Palmira, Caracas, Manuelita y otros sitios aledaños. Hubo un almuerzo suculento en homenaje al paladín que regresó a Cienfuegos con tres cartas, cimientos del correo postal cubano. Cuentan que al recibirlo en el Hipódromo alguien gritó: “Le cortaste las alas a Parlá y Rosillo”-
Una semana más tarde ellos solos hicieron la fiesta en Santa Isabel de las Lajas, punto de partida del primer vuelo de la jornada que sobrevoló el ingenio Santísima Trinidad, el poblado de El Salto y las fábricas de azúcar San Agustín, Andreíta y Caracas, donde aterrizó para descansar unos minutos. El segundo partió del central que había fomentado don Tomás Terry de donde voló a Cruces y tras realizar evoluciones sobre el pueblo de raigambre ferroviaria se dirigió a Lajas. Una rotura en el tubo de gasolina le obligó a tomar tierra un cuarto de legua antes del improvisado campo de aviación. Medio millar de lajeros, a caballo los unos a pie los otros, fueron al rescate del héroe del día a quienes trajeron de regreso al aviador, jinete sobre el lomo del Morane.
Los cálculos de la jornada anotados por El Comercio y La Correspondencia difieren entre los 64 y los 100 kilómetros y el cuarto o la media hora de duración. En cuanto a espectadores, coincidieron en contar a unas seis mil almas enamoradas del conquistador del aire.
A propósito del central Caracas, quisiera compartir varios apuntes del historiador del correo aéreo en Cuba, doctor Tomás Terry. En su libro editado por Ediciones Organismos en 1971 expuso su certeza de que Emilio Terry Dorticós, propietario de la que un tiempo fue la mayor fábrica azucarera del mundo y primer Secretario (ministro) de Agricultura en la República, tuvo la intención de adquirir un aeroplano en Francia para establecer la línea privada Habana-Cruces. Lo prueba las abundantes ofertas de industrias aeronavales galas encontradas en la correspondencia del hijo de don Tomás.
Entre esa papelería fueron descubiertos planos y proyectos para construir un campo de aviación en terrenos de su propiedad cercanos al escenario de la batalla de Mal Tiempo. En la casona del Caracas hospedó en 1911 al aviador francés Jean Bojeau, muerto después en el frente rumano durante la Primera Guerra Mundial.
Retomando el hilo de la crónica habría que referir los posteriores vuelos de Jaime González que llevó el jolgorio de la novedad a Trinidad, Palmira y San Fernando de Camarones.
En la Perla del Sur el 14 de abril trepó hasta los cinco mil pies de altura y en un vuelo de 20 minutos recorrió los barrios rurales circundantes, con el objetivo de probar las fuerzas del Morane para intentar el raid Cienfuegos-Habana, del cual se ocupará este blog en su próxima entrega.
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