Los terrenos del viejo Aida Park estaban como dejados de la mano de Dios y hacía rato el béisbol cienfueguero clamaba por una nueva instalación que prestigiara el pasatiempo nacional en la Perla del Sur.
Tal empeño encontró oídos receptivos en los empresarios deportivos Luis Oliver y Francisco Curbelo, quienes contando con el patrocinio de una marca cigarrera asentada en Ranchuelo estrenaron en los propios predios del AP el estadio beisbolero Trinidad y Hermanos, el domingo 11 de abril de 1937.
Florencio Morejón Vale figuró como proyectista y ejecutor de la instalación, cuya portada fue realizada por Miguel Lamoglia.
El alcalde Armando Aguilar tuvo a su cargo el lanzamiento de la primera bola, también en sentido literal si nos atenemos a la reseña de las planas deportivas, a la una y media de la tarde, previo al doble juego entre el team anfitrión de la casa comercial Estany y el capitalino Cubanaleco.
Unos tres mil fanáticos presenciaron la ceremonia inaugural, que se completó con la entrega a Amado Trinidad de un álbum firmado por cinco mil cienfuegueros como gesto de agradecimiento. El industrial ranchuelero se llevó también una ovación de cinco minutos a cargo del respetable.
En el primero de un doble header los eléctricos del Cubanaleco, dirigidos por el veterano Lopito, dejaron con las ganas a la fanaticada local tras vencer al Estany cinco carreras por dos. Destacó al bate el doctor Porfirio Espinosa, que en cinco viajes al plato conectó cuatro de los seis imparables de la visita.
El desquite del club armado por el señor Manolo Solarana y dirigido por Tito González cuajó en el partido del cierre, cuando la novena anfitriona contó con los servicios desde el box de un hurler casi desconocido en estos lares, a quien los cronistas mal identificaban como Ernesto Marrero, alias Laberinto.
Quien llegaría a ser una gloria del béisbol cubano pintó de blanco (5-0) a los visitantes, que vinieron a Cienfuegos con la misma formación que dentro de dos semanas iniciaría su participación en la Liga Nacional de la Unión Atlética Amateur (UAA). El sagüero permitió tres sencillos a la tanda rival: de Benitín Gómez en el sexto, del catcher Cabrera en el octavo y de Espinosa a la hora de recoger los bates.
Valga apuntar que para entonces el Estany contaba en su palmarés con el título de campeón de la provincia de Las Villas y estaba empeñado en lograr su admisión en el seno de la UAA. Conseguido tal propósito, y con el nombre de Cienfuegos y el liderazgo del Guajiro de Laberinto, conquistaría el campeonato de la Liga en el verano de 1941. Pero esa es otra historia.
Cubanaleco, club de la Compañía de Electricidad de La Habana, debutaría el 25 de abril ante el Atlético de Cuba en la apertura de la Liga. Con anterioridad se había presentado en Cienfuegos, pero en el reducido escenario del Colegio de los Maristas. Como gancho en la nómina de los “eléctricos” los diarios señalaban en los días previos a Juan Domínguez, champion pitcher del campeonato cubano.
Entre los detalles que adornaron la crónica de la jornada de apertura destacan las “carreritas” que debieron dar la víspera Oliver y Curbelo para lograr el permiso de la Comisión Nacional de Baseball. Gestiones que valieron la pena, pues nuestros gacetilleros no dudaron en afirmar que esta ciudad contaba ya con el mejor y más cómodo parque deportivo del Interior de la Isla.
Al parecer las pepillas de la época se volvieron loquitas por un jugador visitante, el olímpico José Luis García. El viento en contra aguó la fiesta del jonrón en el doble programa. El Trío de las Aes (los hermanos Fleitas, de Constancia, figuraban en al nómina del Estany. A falta de la Banda Municipal en vivo, el Himno de Bayamo se dejó oír desde los altavoces del carro de propaganda de la Trinidad y Hermanos. La primera bola fue lanzada a la usanza antigua, del box hacia el home plate, pues la “moderna” consistía en enviar la esférica desde el palco de honor al pitcher del home club. A falta de una caseta para llevar el score el anotador. Armando Lamela debió arreglárselas como pudo. Para próximos partidos se hacía necesario suprimir la música. El siguiente domingo aspiraban a contar ya con la pizarra anotadora, de cuyos servicios hubo que prescindir el primer día.
El cronista apodado All Around comentó desde la página séptima de La Correspondencia que la gente de la prensa trabajó bien en la fecha de apertura. “Solamente nos molestaron los fanáticos que personificando al famoso Juan Frenético gritaban a nuestras espaldas y anunciaban sus apuestas a viva voz”.
El domingo 18 los empresarios del Trinidad y Hermanos ofrecieron otro doble programa beisbolero. Esta vez presentó credenciales el Club Reina, formado en la barriada del propio nombre por Candelario González (El Emperador), un reconocido umpire en la pelota cienfueguera. Estrenaron uniformes y contaron con el préstamo de la batería Marrero-Fleitas, pero así y todo perdieron 3-0 y 4-1 frente al Teléfonos capitalino, asiduo competidor en la UAA.
Los resultados dejaron un mal sabor de boca entre el público perlasureño que exigía más paridad para los próximos enfrentamientos.
De tal manera el periodista Ricardo Peña de Armas logró un acuerdo con la Liga Nacional Amateur, el cual estipulaba cada fin de semana la presencia en los terrenos de Oliver y Curbelo del club que tuviera fecha vacante en su Campeonato. Pero eso si, para enfrentar exclusivamente a la Casa Estany.
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