La víspera de su decinoveno cumpleaños, el 12 de febrero de 1911, al cienfueguero Jaime González Crocier la vida le hizo un regalo de lujo con el mitin de aviación celebrado en los terrenos del antiguo Hipódromo.
Mientras asistía a las evoluciones que pespunteaba su coetáneo canadiense James Ward a bordo de un biplano Curtiss en el cielo invernal y dominguero que cobijaba el barrio de Marsillán, Jaime reafirmó su decisión de dedicarse en cuerpo y alma a la última forma de locomoción patentada por el hombre.
Cuatro años antes había dado que hablar en Cienfuegos al construirse una rudimentaria nave voladora, que halada por un automóvil, mediante el cable empalmador de ambas carrocerías, logró vencer por unos instantes la fuerza de gravedad terrestre y mirar el suelo desde los 20metros de altura.
En junio de 1913 mientras navegaba por el Atlántico en el vapor Corcovado, Jaime descontaba las millas que lo separaban de su sueño mayor, la escuela de aviación parisina de Bleriot. A principios de junio ya estaba en la academia, donde entrenaría junto al propio as francés Luois Bleriot y tendría de condiscípulos a otras leyendas en ciernes de la navegación aérea como Pegoud y Vedrines.
El cielo de la Ciudad Luz devino telón de fantasía donde el cubano fue de los primeros mortales en dibujar el looping the loop o vuelo invertido, creación de Pegoud. Tal maniobra resultó su tesis de grado el 15 de diciembre del propio año, cuando la Federación Aeronáutica Internacional lo premió con el brevet número 1566, licencia que le autorizaba a surcar las alturas de cualquier latitud terrestre.
Si para el viaje de Jaime a la capital francesa fue necesario el concurso económico de algunos cienfuegueros entusiastas de la causa del aspirante a Ícaro, la empresa de comprar un monoplano Morane Saulnier para que el recién graduado tuviera su propio corcel, requirió nuevas y mayores contribuciones.
El viernes 21 de febrero de 1914 el vapor alemán Bavaria trajo al primer aviador cienfueguero de regreso a La Habana. Un día después Jaime sacaba el Morane de la Aduana capitalina y al amanecer del domingo su ciudad natal lo recibía con honores que incluían los acordes de la Banda Municipal. Las visitas de cortesía llevaron al egresado de la Bleriot por el Ayuntamiento, el Centro de Veteranos y la Juventud Progresista, donde fue agasajado con sidra y dulces. Luego a la casa de Lázaro Díaz, su protector, y finalmente al domicilio familiar en Colón número 50.
Transportado por el tren excursionista procedente de Sagua, que lo recogió en Cruces, el Morane también arribó el domingo temprano y de inmediato fue llevado hasta el Hipódromo, escenario desde donde el lunes Jaime demostraría a sus paisanos todo lo aprendido en sus siete meses parisinos.
Por la tarde visitó el Colegio de los Padres Jesuitas y se entrevistó con el sacerdote Sarasola, encargado del Observatorio de aquel plantel, quien le prometió una carta geográfica para el estudio de la posible ruta aérea Cienfuegos-Habana. En el Liceo su presidente, doctor Antonio J. Font, lo recibió con un ponche de champagne; y al final de la jornada de homenajes el alcalde municipal, coronel Juan Florencio Cabrera, le abrió las puertas de su residencia particular.
La prensa anunció en sus ediciones del lunes un mitin de aviación con Jaime como protagonista, en el Hipódromo ese mismo día, y un vuelo Cienfuegos-Habana para el martes. Sobre esa ruta el joven piloto había recabado datos al capitán del vapor Caridad Padilla, surto en puerto. A bordo del Morane Jaime llevaría correspondencia para el presidente de la República, general Menocal, despachadas por el alcalde Cabrera, el administrador de la Aduana y el comandante de la Guardia Rural, respectivamente.
Al propio tiempo Juan O’Bourke enviaba a los medios una carta-llamamiento intitulada Salvemos a Jaime González, texto público en el cual convocaba a la sociedad cienfueguera a pagar los dos mil pesos que el piloto y su familia adeudaban aún a la American Trading Co por el monoplano francés.
El 24 de febrero de 1914, mientras los cubanos festejaban 19 años de la epopeya de Baire, Jaime González voló por primera vez ante su público, para acreditarse ante la historia como el tercer aviador de la Isla, sólo antecedido por Agustín Parlá (1887-1946) y Domingo Rosillo (1878-1958). Y de hecho el primer cubano rellollo, pues Tín vio la luz en Cayo Hueso y Mingo en Orán, Argelia.
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1 comentario:
Jaime mi nombre, Menendez mi apellido, nacido en Cienfuegos en 1945. Me agrada mucho el saber de la existencia de la "Bitacora Fernandina"; mucho mas gusto me produjo leer sobre el tocayo Cienfueguro precusor de la aviacion de mi pueblo. Relacionado estuve con ella (la aviacion)tambien, en Cubana de Aviacion y luego aqui en los EU en Air Florida.
Mi pueblo natal ha tenido una identificacion muy acentuada con dicho medio de transporte, Clippers Viscounts de Pan Am y los vuelos directos desde La Habana de Cubana de Aviacion, aunque en mis anos en Cubana de Aviacion, solo dos Cienfuegueros la disfrutaron.
Creo que fue en el periodico "La Correspondencia" por los anos 40 salio un articulo relacionado con el evento del articulo; buscaba eventos relacionados cuando una bibliotecaria: "Katy Tovar" me guio en mis primeros pasos de referencia; estaba en la biblioteca de Cienfuegos; creo ha sido la unica referencia que recuerdo. Si algo mas relacionado encuentras jmenedez23@netzero.com es mi lugar.
Aunque vivo en un presente muy definido, imposible olvidar mi pueblo natal que tanta felicidad y orgullo nutre en un pasado de tantos.
Saludos, Jaime Menendez
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