sábado, 23 de febrero de 2008

Los restos del Fundador

Va para casi medio siglo que los huesos del Fundador de Cienfuegos esperan por su cristiana segunda sepultura.
La arqueta construida con madera de castaño que contiene los restos del Brigadier de Infantería Don Luis de Clouet y Piettre permanece en el almacén del Museo Provincial, institución que atesora la osamenta desde su fundación en noviembre de 1982.
El único testimonio biológico de la existencia del emprendedor que diera vida a la colonia Fernandina de Jagua, el 22 de abril de 1819, arribó a Cienfuegos a las diez en punto de la mañana del domingo 4 de agosto de 1958. La nave de Cubana de Aviación que los transportó desde La Habana aterrizó en el aeropuerto Jaime González con puntualidad germánica, pero antes el capitán José F. Mato sobrevoló la ciudad por espacio de cinco minutos, oportunidad para que el espíritu volante del precursor observara su mayor obra terrenal desde el límpido cielo de Jagua.
En la losa del aeródromo local las principales autoridades municipales y eclesiásticas cienfuegueras recibieron la arqueta funeraria enviada por el Ayuntamiento de la ciudad española de Córdoba, donde expirara el viejo De Cluet, a causa de una pleuresía, el 16 de junio de 1848.
La iniciativa de traer a su ciudad los restos del Fundador fue expuesta por Bienvenido Rumbaut, presidente del Ateneo de Cienfuegos, el 22 de abril de 1956 en ocasión de las celebraciones por el aniversario 137 del nacimiento de la colonia original.
Secundada por el alcalde de la ciudad, doctor Reinaldo Pino Varas, la idea de la institución cultural tomó cuerpo dos veranos más tarde, auxiliada por la coyuntura de un viaje de vacaciones a la Península del industrial cienfueguero Manuel González Díaz , quien presentó la solicitud del traslado de los huesos patrimoniales ante el alcalde cordobés, Antonio Cruz Conde y Conde.
El regidor principal de la ciudad andaluza autorizó la exhumación de los restos que José María Rey y Díaz, cronista de Córdoba y jefe del Archivo Municipal hizo constar que estaban enterrados en el nicho número 84 del cementerio de Nuestra Señora de La Salud. Así lo atestiguaba la partida de defunción que obraba en el archivo de la parroquia de san Francisco y san Eulogio, folio 187 vto del Libro IX de Defunciones, registrada el 16 de junio de 1848.
La reseña que del homenaje de Cienfuegos a las reliquias orgánicas realizaron tanto La Correspondencia como El Comercio precisa que la urna maderable ribeteada con herrajes dorados fue colocada sobre un armón militar y a los acordes de la pieza fúnebre El Ciprés, interpretada por la Banda Municipal, se inició el cortejo desde la pista del Jaime González.
En la esquina de Colón y Tacón comenzó el desfile público, que luego enrumbó por Prado y después tomó San Carlos para acceder al parque Martí. Una vez allí, en la Roseta del Ateneo, que marca el sitio exacto del acto fundacional, el poeta Florentino Morales, a la sazón vicepresidente del Ateneo, leyó los documentos oficiales expedidos por la alcaldía cordobesa.
A continuación el alcalde Pino Varas pronunció la alocución gubernativa por el acontecimiento. La custodia de los restos le pertenecería al Ateneo de Cienfuegos hasta que estuviera terminado el monumento funerario que por cuestación popular sería erigido en honor al Fundador.
Los actos concluyeron al filo del mediodía dominical con las exequias celebradas por el Obispo de Cienfuegos, monseñor Eduardo Martínez Dalmau, en la Catedral de la Purísima Concepción. La urna fue colocada ante el altar mayor en un túmulo rodeado de seis candelabros, obra artística realizada por la funeraria Pujol y dirigida en persona por su propietario, Juan Antonio Pujol.
En el templo permaneció la osamenta por unos días hasta que fue colocada en una bóveda del banco Trust Company of Cuba, sito en San Carlos, esquina a De Clouet.
Sobre la localización del futuro mausoleo existían varias propuestas, las principales lo situaban en el patio del Ayuntamiento o en áreas del parque Martí. El periodista Roberto González, jefe de redacción de El Comercio, abogó por colocarlo en Prado, entre Castillo y Colón.
Los planes del Ateneo apuntaban a realizar la ceremonia el 22 de abril del siguiente año cuando la ciudad cumpliera 140. Pero 112 días antes el país asistió a un cambio tan trascendental que los nuevos tiempos signaron otras prioridades.
Sin el concurso emprendedor de aquel militar nacido en Nueva Orleáns el 8 de febrero de 1766 Cienfuegos no sería Cienfuegos. Verdad más cierta que el sol. Ya va siendo hora de que la ciudad cumpla con el postrer homenaje que le debe a quien la procreó bajo la sombra de una majagua inmemorial, con el testimonio irrefutable de un acta, la sangre de un palomo y el vuelo de una paloma.

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