Salto atlántico en solitario
Sin más compañía que su entusiasmo, el aviador hispano-cubano Antonio Menéndez Peláez saltó sobre el Atlántico el lunes 10 de febrero de 1936 y cuando cuatro días más tarde aterrizó en el aeródromo Tablada, de Sevilla, inscribió su nombre como el del primer piloto iberoamericano en llegar España por aire.
El proyecto aéreo conocido como el Vuelo Camaguey-Sevilla comenzó en la capital llanera de Cuba el domingo 12 de enero y tuvo su clímax en el segmento que une sobre las olas a la ciudad brasileña de Natal y la gambiana de Bathurst (actual Banjul, capital de ese estado africano) luego de 15 horas de vuelo.
En principio el destino africano del trayecto planificado de siete mil 900 millas y 52 horas de vuelo, era la ciudad de Dakar, capital de Senegal, pero en aquellos tiempos la navegación aérea distaba de ser una ciencia exacta.
Con su hazaña Menéndez Peláez, nacido en la localidad asturiana de Santa Eulalia de Riveras en 1901, quiso rendir homenaje a sus compatriotas Barberán y Collar, héroes del aire que cubrieron la ruta Sevilla-Camaguey de un tirón de 39 horas en julio de 1933. El dúo de pilotos españoles desapareció a los pocos días mientras volaban el segmento La Habana-Ciudad de México.
Vencido el obstáculo acuático a lo largo de la menor distancia que separa Suramérica de África Menéndez enfiló la nariz del Lockbeed Vega rumbo a la capital andaluza a las ocho menos diez de la mañana del día 12 de febrero, pero una tormenta de arena en una extensa área del Occidente africano le obligó a tomar tierra en Cabo Juby, Río de Oro, a las cuatro de la tarde.
El avión de la Marina de Guerra Constitucional de Cuba y bautizado como Cuatro de Septiembre –fecha en 1933 de la primera asonada militar del entonces sargento taquígrafo Fulgencio Batista- tocó pista en Tablada a las cinco y 28 minutos (hora de Madrid) del día sanvalentinesco de 1936.
Había salvado las últimas mil 200 millas del periplo-homenaje en sólo siete horas, pero arribó casi asfixiado a causa del vendaval de arena que le azotó durante la segunda etapa intercontinental.
El aviador fue el héroe del día en un país que vivía las convulsiones políticas de la Segunda República, abocada a las elecciones parlamentarias del domingo 17 de febrero que darían el triunfo a la izquierda y abrirían el camino hacia la Guerra Civil.
Mientras en la ciudad del Betis se sucedían los ágapes al moderno Ícaro, el presidente cubano José A. Barnet firmaba el 15 de febrero el decreto de ascenso del piloto al grado de primer teniente del Cuerpo de Aviación y la concesión de las Órdenes al Mérito Militar y Naval, a ser impuestas en Palacio Presidencial al regreso del as.
Retrasado el vuelo Sevilla-Madrid a causa de condiciones climáticas por una parte y agitado ambiente político por la otra, el aeronauta aprovechaba el tiempo para cumplir con la agenda social propia de un famoso. El 18 de febrero fue agasajado en las bodegas de la casa Pedro Domecq, en Jerez de La Frontera, y al día siguiente visitó el monasterio de Huelva, sitio donde se detuvo el Almirante Cristóbal Colón en camino de otro salto trasatlántico, pero a la inversa y en carabela.
Menéndez que llevaba cartas autógrafas de Barnet para el presidente español Alcalá Zamora, llegó al fin al aeropuerto militar de Madrid a las 11 y 25 de la mañana del 21de febrero. Fue recibido allí por las primeras autoridades de la aviación nacional y trascendió la noticia de que el gobierno de España le concedía la Cruz Oficial de la Orden de la República.
De tal forma el piloto graduado en la academia Greal Airways, de Chicago, validaba sus palabras antes de lanzarse a la aventura: “Voy a hacer el viaje sin más compañía que mi entusiasmo y el afán de dejar bien colocado el pabellón cubano y el de las Fuerzas Armadas”.
El avión con nombre de madrugonazo militar estaba dotado de un motor Wasp de 523 caballos de fuerza y depósito para 450 galones de bencina. La velocidad crucero de 140 millas por hora era la más apropiada para realizar la empresa trasatlántica y la nave carecía de pontones para acuatizaje.
Las peripecias del vuelo en solitario comenzaron en la propia jornada inicial, cuando el proyectado aterrizaje en suelo venezolano en lugar de La Guaira (Maiquetía) sucedió, casi agotado el combustible y con muy visibilidad, en terrenos próximos a Puerto Cabello.
Tras realizar varios pases rasantes para espantar a las vacas que pastaban ajenas al acontecimiento, Menéndez realizó un aterrizaje de emergencia en un potrero cercano a Corentye, Guayana Inglesa, el 15 de enero. La necesidad de reparar la avería en el tanque de gasolina y aumentar la capacidad del depósito lo llevó a continuación a Port Spain, Trinidad, donde permaneció hasta el primero de febrero en esos menesteres, en los cuales contó con el auxilio del mecánico cubano teniente Gustavo Novo.
De la isla caribeña voló a la ciudad brasilera de Belem du Pará acompañado por Novo. El cinco de febrero llegó a Fortaleza, camino de Natal, de donde despegaría el 10 hacia los cielos de la gloria, mientras hacía currículum para la inmortalidad, que le estaría esperando en las riberas del río Cali en la mañana colombina del 29 de diciembre del año siguiente en medio del Vuelo Pro Faro de Colón.
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